NIÑ@S BIO

Todos desde niños hemos querido ser mayores y, ahora de mayores, pensamos en aquellos tiempos con anhelo. Desde siempre, los pequeños han admirado a sus madres y padres. Se han fijado en cómo hacen las cosas y han imitado hasta aprender cómo hacerlas a su manera. En este artículo, quiero que quede plasmada la ternura de la infancia y el respeto hacia los padres, pero sin olvidar la responsabilidad de crear las bases para que nuestras nuevas generaciones se conviertan en niños y niñas BIO.

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Cada día el mundo está más loco, enfermedades televisivas, acosos normalizados y excesos en todas sus formas. Parece que de eso no podemos escapar. A todas horas y en cada esquina encontramos estímulos negativos que nos hacen seguir la corriente. Porque si lo hace todo el mundo debe ser bueno. Pero donde hay negro siempre podemos sacar algo de blanco, no va a ser todo negativo. Pese a que vivimos en la época de la información descontrolada y de las herramientas mal utilizadas, existen personas con capacidad de entender la importancia de respetar su entorno y que, además, utilizan su ejemplo para inspirar a otras personas a cuidarlo. Si lo pensamos bien, tenemos a nuestra disposición una amplia área de mejora y las herramientas para moldear el resultado. Quizás las nuevas generaciones están destinadas a cambiar el planeta pero no podrán si no conseguimos que haya personas que las preparen para ese cambio.

Los niños y niñas BIO nacen sin esa empatía y sensibilidad característica, pues lo adquieren del trabajo de sus mayores. Muchos recordamos las salidas al campo, las granjas escuela, el pic-nic en el río y jugar con la pelota del papel del bocadillo al terminar de almorzar y luego encanastarla en la papelera al entrar a clase. Necesitamos adaptar esas bonitas costumbres a los tiempos de nuestros jóvenes. Hoy sus aficiones más populares son admirar a sus ídolos y convertirse en seguidores de cualquier corriente que se vuelva viral. Ahora, en vez de un balón de reglamento, llevan en la mano un dispositivo móvil, del cual no se despegan ni para andar por la calle. Si se utiliza con responsabilidad, podemos pasar de tener una generación adolescente “adicta a las tecnologías”, a una que las aproveche como herramienta a su favor, tanto en el aspecto individual como en el colectivo.

 

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Corremos el riesgo de crear seres ausentes y faltos de conexión con su entorno. Pero podemos motivarlos para que encuentren divertido cuidar un jardín, que respeten la limpieza de las calles, que encuentren atractivo pasar el fin de semana participando en actividades culturales y, sobre todo, que vean la responsabilidad que tienen del futuro del planeta en el que viven. Puede parecer mucho trabajo, pero la carga no es solo suya, es responsabilidad de los más mayores hacerles ver que hay un mundo que les pertenece, que dependen del suelo que pisan y que pueden marcar una diferencia con sus pequeños esfuerzos.

Por lo tanto, estamos hablando de una realidad posible, ya que cada día más nos rodean posibilidades y oportunidades para crear una inercia de actividades atractivas y nutritivas en las que los jóvenes desarrollen sus ganas de crecer y cuidar su sociedad. No hablamos sólo de medio ambiente. Aunque existen voluntariados ambientales muy suculentos a la orilla del mar, también podemos pensar en actividades culturales, políticas y deportivas que nos planteen formas diferentes de implicarnos en nuestro entorno, a nosotros mismos y a los demás, siendo esta habilidad una herramienta principal para ser cada día más niños y niñas BIO.

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Póster de las jornadas de concienciación para niños y adultos en el marco del Circuito de la Mar

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