RETO RECOMPENSA

Entrar fácil, salir fácil, hacer esa maniobra bien a la primera, llegar al pico sin esfuerzo, que la ola no me de un buen meneo al caerme, no tener que remar mucho para coger la siguiente ola y no tener que calcular bien para entrar en ese tubo. Todo esto es lo que me gustaría que pasara en esta sesión, y en la siguiente, pero todo lo que consigo son algunos momentos efímeros en los que siento que no tengo que esforzarme.

Y, a pesar de que quiero que el surf sea fácil y todo lo que hago requiere esfuerzo, sigo acudiendo a la playa – mi templo – de forma constante con una sonrisa tonta en la cara. Lo que me gustaría tener y lo que el surf me da, están en extremos opuestos y sin embargo, me siento satisfecho con lo que obtengo del mar y siempre quiero más.

Lo que me brinda el altar es diferente a lo que creía que buscaba, pues en ningún momento decidí deslizarme en una tabla porque necesitara estar sin aliento después de remar al pico durante 10 minutos a contra corriente, o porque me ilusionara tragar agua y toser después de un buen revolcón. Y si hago un análisis de en qué consisten la mayoría de mis sesiones creo que descubriré que la mayoría del tiempo estoy luchando. Ya sea para llegar al pico, para mantener la respiración o para pasar esta sección, estoy en lucha.

Es una pelea continua, pues una vez consigo pasar la sección de una ola, quiero hacer lo mismo con otras más difíciles. Cuando estoy tranquilo con olas de 1 metro, busco estar nervioso en aquellas de 2 metros.

¿Estoy loco? Con lo cómodo que se está en casa en el sofá, ¿por qué me lo pongo difícil?. Y sobre todo, ¿por qué estoy contento con lo complicado?

Quizá es que lo fácil no tiene atractivo para mí, quizá superar un reto es mi recompensa. Puede que sea un proceso en el que voy subiendo de nivel de dificultad, como si mi vida fuera un juego en el que el fin y el medio son el mismo: enfrentarme a lo áspero.

Siendo esto así, voy a dar las gracias cada vez que esté debajo del agua una fracción de segundo más de lo que me gustaría, cada vez que tarde un minuto más en llegar al pico de lo que tenía pensado y a cada púa de erizo que se me clave en el pie al salir. Porque se que después de cada uno de estos momentos va a llegar esa sensación de satisfacción.

 

Fotos Pixabay.

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Ardiel González
ardiel@gmail.com
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