EL EFECTO LUNES

Los lunes tienen un efecto negativo en nosotros, ante las posibilidades que nos ofrece una nueva semana, sólo podemos ver que dejamos atrás el fin de semana. Los lunes son duros, pero hay que recibirlos con los brazos abiertos para así poder empezar a disfrutarlos. Y tú, ¿cómo quieres empezar la semana?

Rojos, con miles de venas tapando el blanco marfil del ojo. Llenas de sangre a punto de explotar. La mandíbula apretada, estrujando unos dientes contra otros, como si estuvieran luchando por ver quién aplasta a quién, intentando arrancar al que tienen en frente fuera de la boca. Como cables enredados y prietos, todas las venas, nervios y tendones del cuello están perfectamente marcados bajo la piel, como una amenaza.

 

Así está el tipo que está sentado en el pico, justo a mi izquierda. Hace ya un rato que entré al agua y desde el primer momento su cara llamó mi atención como cuando miras hacia atrás y no sabes bien porqué, pero sabes que hay un motivo. Al fijarme bien, la expresión de su rostro era la única de las 20 personas que había en el agua que no transmitía paz. Llamaba la atención de manera negativa, es curioso que uno destaque del resto por este motivo. 

 

Un señor mayor le acaba de saltar la ola, y no se él no se lo ha tomado de la mejor manera, ha dejado que el diablo se apodere de su cuerpo. Podría haber pensado que quien le saltó la ola no se dio cuenta, podría pensar que ese señor tiene 20 años más y no puede coger tantas olas como cuando era joven, podría buscar mil formas de interpretar lo que acaba de pasar.

 

Sin embargo, se lo ha tomado como una ofensa, un insulto, un buen motivo para alimentar al demonio de sus adentros. Ha decidido que él es lo importante, su realidad es la verdad y que no existe nada más, sólo él. Como sólo él importa, entiende que lo mejor es increpar al insensato que decidió interponerse en su camino y provocó su enfado. Porque así fue, se lo provocó, fue culpa del otro, fue intencionado, a mala fe, para fastidiarle la sesión y por lo tanto el día.

 

El resto mirábamos la escena, callados, tranquilos, relajados… El señor mayor se disculpaba, con una voz que transmitía paz y amor. Una paz se trasmitía entre los presentes, de uno a otro, como si las ondas de su voz nos hicieran vibrar a todos, en armonía. Cuando la onda llegó a aquel cuerpo poseído por el demonio, rebotó, no vibró con ella.

 

En ese momento, cuando el grupo de personas vibramos juntos, sentimos que estábamos compartiendo algo mayor que todos nosotros. Estábamos conectados en una especie de círculo, a través de una sensación de espiritualidad, de paz y armonía. Fuimos parte de un todo durante unos segundos. El grupo nos convirtió en algo mejor que cada uno de nosotros por separado.

 

Hay alguien que decidió no formar parte de ese círculo y quedó fuera, aislado alimentando su ira.
Y tú, ¿vas a dejarte llevar por el demonio?

Fotografía de portada Alastair Bowe Photoblog

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